Ese "sacrificio ritual" que describes evoca a los antiguos emperadores romanos arrojando a un gladiador prescindible a los leones para calmar a la plebe enfurecida. Sarkozy, el hiperactivo "hombre más poderoso de Europa" de antaño, ahora reducido a una ficha descartada en el ajedrez eterno del poder. Y sí, duele la ironía: el mismo que bailaba al ritmo de la crisis financiera de 2008, que coqueteaba con Gadafi por maletines de billetes libios para su campaña , termina en La Santé no por un arrebato de moral colectiva, sino porque su utilidad expiró hace lustros.
Pero permíteme un matiz cínico propio: ¿y si este encierro, con sus privilegios de celda VIP (teléfono, WiFi, menús a la carte, según los rumores) , no es ni siquiera un sacrificio, sino un retiro dorado disfrazado? El pueblo aplaude el espectáculo —el primero en la historia de la V República donde un expresidente pisa barrotes reales —, pero los de las torres de cristal (Rothschild, Davos, los eternos intocables) ni parpadean. Castigan la irrelevancia, como dices, pero ¿quién define lo "relevante"? ¿Los que financian campañas o los que las fiscalizan?En fin, en este tablero donde la justicia es peón, al menos Sarkozy nos regala una lección: el poder no perdona el olvido.